lunes, 12 de enero de 2015

Entre favelas y caipirinhas

"¿Las favelas son problemáticas para la ciudad o están integradas?", le solté a la guía de una escapada que hice a Petrópolis la semana pasada* aprovechando mis vacaciones en Río de Janeiro. Llevaba varios días por allí... y América del sur me es terreno familiar... sin embargo no entendía muy bien casi nada, pero mucho menos el fenómeno de las favelas. Necesitaba formular esa pregunta tanto como obtener una respuesta.

Están en todas partes. Junto a Ipanema, a escasas manzanas de la playa en pleno centro turístico; se entremezclan con el casco antiguo de la ciudad, en Lapa -la zona de copas más in del momento- y Santa Teresa; hasta aparecen escondidas entre los bosques que aguardan a los pies del Cristo Redentor. Las favelas son tan Río de Janeiro que no se puede entender sin ellas.

Lo que sucede es que cuando piensas en Río, además de en samba, carnaval, caipirinhas y tangas, en lo que uno piensa es en Ciudad de Dios, un drama de pobreza, niños, drogas y muchos tiros. Esta película consiguió que Brasil no sólo llegara a los Óscar aquel año 2003, sino a la conciencia de todo el que la vio.


¿Es esa la única realidad de las favelas?

No puedo decir que haya paseado por alguna -una semana no da para tanto-, pero sí he podido charlar con gente que vive en ellas. "Hay algunas muy grandes que tienen más delincuencia, pero no toda la gente es así, la mayoría somos buena gente", me explicaba el conductor de la excursión, quien alardeaba de tener un 'chalet' de dos pisos y unas vistas fabulosas a Ipanema en la favela de Vidigal, junto al hotel Sheraton de Río.

Según Ricardo, como se llamaba el chófer, las favelas están integradas físicamente y psicológicamente en la ciudad, sus habitantes trabajan y hacen vida normal, simplemente se hicieron un hueco donde aun no había nada construído -todas las favelas están en las laderas de las montañas, zonas muy inclinadas-.

El problema real tiene dos vertientes, por un lado, la construcción, al ser anárquica y fuera del campo de acción de la policía, hasta no hace mucho, la mayoría de las favelas eran, por así decirlo, ciudades sin ley, de ahí la alta tasa de violencia. Por el otro, y mucho más nuevo, es la dificultad del Ayuntamiento de dar a sus habitantes el trocito de parcela construido en el que viven.

Lo voy a explicar un poco mejor. Ricardo construyó su casa en Vidigal, él paga los gastos de agua, luz, etc. y la construcción es suya, sin embargo el suelo no. Ese terreno puede ser público o privado. En el caso de que sea privado, en la mayoría de los casos, sus propietarios dejaron de hacerse cargo del pago de impuestos y demás hace mucho tiempo, tanto que, según me contaba la guía, en muchos casos ya no se conservan ni los documentos que acrediten una propiedad.

Con motivo del pasado Mundial de Fútbol y los próximos Juegos Olímpicos de 2016, en Río de Janeiro se ha efectuado una intensa labor de pacificación de algunas de estas favelas. "Ya no se ve a nadie con metralletas por la calle", comentaba divertido Ricardo. De hecho, en las más céntricas se organizan conciertos regularmente. Se trata de involucrar a sus habitantes en el ritmo de la ciudad.

Sin embargo, aunque esto suceda, continúa el problema de la propiedad. Supongo que algunos dirán que hay que ir paso a paso. Obviamente yo no tengo una respuesta, pero lo cierto es que, como pasa en todas partes, es más la buena gente que la conflictiva la que vive en las favelas y esa es la que quiere que todo esté en orden, que sea legal y, sobre todo, vivir en paz.

Y por encima de todo eso, hay una verdad suprema, absoluta, y total -se me ha ido en intensidad, jejeje-, Río es las favelas y también es las caipiriñas, el carnaval, la samba... Río de Janeiro es una ciudad increíble, casi tanto como sus habitantes, los cariocas.



*Este post comencé a escribirlo el 20 de diciembre y no he querido cambiar el tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario