jueves, 12 de marzo de 2015

Día de la mujer superviviente

El sábado fue el Día Internacional de la Mujer (o el Día de la Mujer Trabajadora, que viene a ser lo mismo) y de repente me vi preguntando a mis padres por qué razón tenía que seguir demostrando todos los días que soy una profesional, tan buena o más que los hombres que me rodean.

Hasta hace poco sentía que el machismo en el entorno laboral era algo que a mi ya no me tocaba. Durante mis años de formación había estado siempre codo con codo con chicos y nunca me había sentido inferior o puesta en duda. Al contrario, siempre me he sentido valorada y respetada.

Sin embargo, ahora que he entrado de lleno al mundo laboral, me doy cuenta de que como mujer, tengo que estar todo el día cantando mi currículo vitae para que mi interlocutor sea capaz de comprender mi grado de preparación.

Lo cierto es que aún sigue poniéndose en duda, continuamente, la capacidad de las mujeres en según que puestos de trabajo. Algo que no ocurre con los hombres. Si un hombre desempeña un trabajo, está socialmente aceptado que es porque está preparado para ello. Lo mismo sucede si una mujer dice que es ama de casa, se entiende que se le va a dar bien. ¿Qué pasaría si fuera al revés? ¿Si una mujer trabaja y su pareja cuida del hogar? Locurón: él es un calzonazos y ella se equivoca por no centrarse en su familia. ¿No?

Quiero pensar que todo esto irá cambiando poco a poco, que esas ideas absurdas de la preparación innata de hombres o mujeres para determinadas labores terminarán desapareciendo, pero no será ya, sobre todo porque muchos/as ya creen que hemos alcanzado la igualdad.

Yo misma lo pensaba hasta hace muy poco. Pero no, no es así, seguimos batallando por los mismos derechos (y obligaciones) dentro de una sociedad profundamente patriarcal y machista, que ve a las mujeres como seres sensibles y llorones, que se rigen más por emociones que otra cosa. Obviamente, nada de lo anterior es cierto, o al menos, no para todas. Yo no soy así. Mi madre, que es ama de casa, tampoco lo es. Mi abuela que fue... todo, tampoco.

Lo más curioso es que a lo largo de la historia, las mujeres han sido las que, en tiempos de guerra, se han arremangado para hacer lo que ningún hombre hacía: cuidar enfermos, preparar material bélico, organizar alimentos... Todo eso sin perder los modales, sin desmoronarse por el riesgo que corrían sus familias, sin quejarse por no tener nada que comer.

La mujer es la gran superviviente de la historia. Ella creó la que llaman "la profesión más antigua del mundo", se prostituyó para sobrevivir, dejó la dignidad de lado por unas monedas y nunca juzgó a la bestia que compraba su cuerpo. No se vengó.

Quizás ya ha llegado el momento de dar la vuelta a la tortilla, de dejar de excusarnos y "comprender" ciertas actitudes profundamente machistas que la sociedad tolera, de denunciar y de exalzar nuestra dignidad, que ya va siendo hora.