miércoles, 11 de febrero de 2015

De repente

Pasa de repente, cuando menos te lo esperas, o mejor dicho, cuando ya no esperas nada.

Un día te despierta una llamada al móvil. "¡Buenos días! ¡¿Estabas durmiendo aún?! Venga, pues levántate, pon bonito tu currículo y pásamelo". Alguien -quizás un amigo, o tal vez sólo un conocido- se ha acordado de ti.

Sin embargo, eso queda ahí. Agradeces el gesto, te aseguras de quedar con esa persona para tomar un café/cerveza/cena, pero desde tu foro interno sabes que ese documento no va a llevarte a nada. Y es precisamente en ese momento cuando vuelve a sorprenderte el teléfono.

Una nueva llamada. Semanas después, cuando te has preocupado de ocuparte en mil historias para no tener tiempo libre y sentirte un miserable por no estar trabajando -véase cursos varios-, una voz al otro lado del aparato te pregunta si eres quién dice el currículo que tiene en las manos. "Sí, soy yo... y sí, sigo sin trabajo... Claro, claro que me interesa, ¿cuándo?...".

Y ¡zas! Otra vez en marcha. De nuevo sientes ese cosquilleo a la altura de la boca del estómago, una vez más tienes que enfundarte la americana de persona seria y sentir que tienes toda la fuerza del mundo para empezar en algo distinto y totalmente nuevo. Aunque solo sea una prueba; da igual que no llegue a nada más; lo importante es que de repente sientes que sigues viva.





lunes, 2 de febrero de 2015

No quiero una vida en la distancia

Llevo varias semanas dando vueltas a algo y por fin he llegado a una conclusión: no quiero irme de Madrid. O, bueno, de España.

Desde que comenzó la crisis parece que se ha impuesto entre la sociedad la idea de que el joven con estudios que no se marcha a vivir a otro lugar inmediatamente después de perder su empleo es que es un cobarde. Yo incluso llegué a pensarlo así. Pero no es cierto.

Si la necesidad me empuja a emigrar, lo haré, no se me caen los anillos y ya he vivido fuera lo bastante como para no tener ningún miedo a la hora de hacer las maletas y cambiar de número de teléfono móvil. Sin embargo, no quiero hacerlo sin llegar a ese límite.

No quiero alejarme de mis raíces, de mis gente, de mis amigos, mis libros, mis cañitas en el bar y mis conversaciones con el frutero. No quiero y eso no me hace peor persona ni menos profesional.

Con 20 años me fui a vivir a Buenos Aires y lo recuerdo con tal calidez que si tuviera que irme seguramente volvería allí. Poco después pasé un tiempo en Washington, ciudad que me enseñó lo que es la soledad, pero a donde también volvería si es por un empleo digno. También he pensado en Cuba -ahora que empezará a haber movimiento empresarial, quizás no es mala idea-, darme la vuelta al mundo en plan mochilera e incluso plantearme ir a trabajar a Tailandia con un colega que se ha montado una escuela de idiomas.

No me da miedo lo que me vaya a encontrar. No. Lo que me aterra es hacerme una vida lejos de todo lo que tengo aquí, o mejor dicho, de quienes tengo aquí.

Mucha gente me dice: "Buf, si yo fuera tú ni me lo pensaba". Sin pareja, sin cargas familiares, joven... Nada me ata. ¿Cómo que no? Estando ya más cerca de los 30 que de los 20 sé que si me voy será para no pensar en volver.

Si es difícil encontrar trabajo estando aquí, viendo a gente, pasando currículos a todo el mundo, me resulta muy improbable la posibilidad de trabajar al otro lado del océano y en unos años volver y encontrar algo que me guste -habrá un montonazo de nuevos profesionales, muchos más jóvenes y con más disponibilidad para entrar por el aro con sueldos, horarios y demás-.

Porque una cosa es cierta, no es lo mismo irte con una empresa de aquí o con algún tipo de beca, que sabes que tiene fin -y que si no te vuelves será porque allí has encontrado gente casi tan buena como la que dejaste en tu tierra- a irte a buscarte la vida.

Yo quiero volver a Cerdeña a aprender italiano por unos meses, o irme a Cuba a tantear el terreno por otros cuantos, o irme a dar la vuelta al mundo hasta que se me terminen los ahorros. Pero no quiero hacer mi vida lejos de mi gente. No si tengo alternativas y estoy dispuesta a encontrarlas.


*Si al final me marcho, seguro que encontraré mi hueco, como he hecho siempre, así que tranquilos ;)