martes, 24 de enero de 2017

Cuba ya no es lo que cuentan

Todo aquel que ha viajado a Cuba sonríe sistemáticamente antes de comenzar a hablar. "Te va a encantar, son súper atentos y cálidos", empiezan, "igual intentan que les regales algo como geles o bolígrafos", continúan, "pero tienen sus necesidades básicas cubiertas", terminan. Pues lo dicho, Cuba ya no es lo que cuentan.

Acabo de regresar de un viaje que hacía mucho tiempo tenía ganas de hacer, visitar la isla de Cuba, el último reducto del 'comunismo' que queda en el mundo, un lugar tan romántico -del romanticismo, no de amor, que nos liamos- como exótico, y tengo dos sentimientos enfrentados:

1. Ha sido una aventura genial 
2. No es lo que me habían contado 

Ha sido genial porque ha sido distinto y, sobre todo, complicado. No queríamos un viaje organizado, el típico paquete, vaya. Así que, en ese sentido, puedo decir que ha sido toda una aventura. 

Abandonar el confort de los guías de viajes, los chóferes y los hoteles occidentales es fácil a priori y muy complicado en la práctica. Puede hacerse, pero en este caso, a golpe de talonario o rebozándote en el fango -cosa que no puedes hacer viajando con maleta-. Y aquí llega mi segundo pensamiento.

Ideamos un viaje que dejara espacio a la improvisación, jugando la baza de la naturaleza del cubano -acogedor, cálido...- para conocer una Cuba más real, sin todas las comodidades de los tradicionales paquetes vacacionales y así ha sido, pero no para bien, sino para volver con un sabor agridulce. 

Antes de seguir quiero resaltar que sí hemos conocido bellísimas personas, que nos han animado cuando más falta nos hacía, que nos han ofrecido su sonrisa si esperar nada a cambio. Pero puedo contarlos con los dedos de una mano. 

La Habana es un campo de batalla en el que los buenos lugareños, en la mayoría de los casos con empleos que les aportan entre 30 y 40 euros al mes, despliegan todos sus encantos para sacar tajada del despiste y la buena fe de los turistas. 

Eso no dista de lo que nos contaban, el problema surge cuando esa tajada es prohibitiva; cuando la única opción para llegar a la ciudad desde el aeropuerto es pagando 30 euros o discutir durante media hora con una docena de taxistas; cuando una cerveza de lata para tomar en la calle cuesta 2 euros; cuando una noche de hotel regulero -al final tuvimos que ir a uno- no baja de los 100 euros.

En honor a la verdad, sobre todo en el tema del alojamiento, he de decir que era temporada alta, ¿pero cuándo no es fiesta? Tendría que ir en otro momento para comprobar esto... 

Pero sigo, la gracia de comprar puros de mentira perdiendo unos eurillos es historia, ahora te piden sin vergüenza alguna 80 euros por 20 unidades. El "invítame a un mojito" no baja de los 5 euros por cabeza. 

Y así todo.

La circulación de dos monedas, la suya, más barata, para proteger su economía local, junto a una con un precio similar al dolar, ideada en un principio para los turistas es un problema, sobre todo para ellos. Su afán por poder comprar un billete de avión -que ahora sí pueden- es tal que ya no se conforman con menos. Pero ese ansia por vivir otras realidades ha destrozado la suya. 

Antes no podían utilizar la moneda de los extranjeros, lo cual les impulsaba a pedirte lo que buenamente pudieras ofrecerles. No digo que fuera lo bueno, era otra cosa. El tema es que ahora, cualquier cubano con un coche puede ganar más dinero en un mes que un periodista español de menos en la treintena con mucha suerte.

He de decir que, al encontrarnos con esta nueva realidad, hemos sacado a relucir nuestras armas de buscavidas y ha sido esta una de las razones por las que me refiero a este viaje como una aventura. Movernos en los autobuses Viazul -que no son oficialmente para turistas, pero que sí lo son, el viaje más barato cuesta unos 10 euros- y ver cómo el chófer para en medio de la autovía a comprar alfombrillas; comprobar que los horarios se cumplen, sorprendentemente, porque tienen en cuenta 'el ritmo cubano'; caminar y caminar por La Habana para descubrir cada rincón y dejarnos llevar por algún que otro gesto de un amigo que acabamos de conocer. Esto también ha sido Cuba.

En resumidas cuentas, no sé hacia dónde irá todo esto, si es que va para algún lado, pero lo cierto es que recordaremos este viaje durante toda la vida, para bien y para mal. Y para ser sinceros, aunque ya no es lo que 'nos habían contado', es un país muy especial que merece una visita.