lunes, 14 de febrero de 2011

A veces, las palabras tienen que salir obligadas

¿Nunca os ha pasado que tenéis muchas cosas que decir pero no salen las palabras? Hoy es un día de esos para mí. Siento que tengo que parar un ratito a escribir para ordenar todo lo que ronda mi cabecita desocupada, pero aun enfrentándome a la hoja en blanco, solo sale esto, nada.
Supongo que será la falta de rutina, que mi cerebro comienza a hacerse, si cabe, aun más desorganizado. Pero es curioso porque siento que mi vida y el mundo están en pleno cambio y no soy capaz de describirlo.
Ayer conocíamos la suerte más cercana de Egipto, tras semanas de protesta. Veía las noticias y lo contemplaba como una película cualquiera, pero es real. De nuevo, al igual que pasó con las Torres Gemelas, me encontré mirando la pantalla sin comprender que vivía un momento histórico. De esos momento que deberían paralizar el planeta, porque muy pronto aparecerán en los libros de texto.
Hoy, como hace varios días, leo los diarios, como un escaparate por la Calle Preciados. Pero de nuevo se me esboza sin querer una sonrisa, porque de pronto me doy cuenta de lo que está sucediendo.
Muchos miran al mundo árabe con escepticismo y miedo, ya que el radicalismo siempre está cerca, acechante. Pero lo cierto es que ahí, en esos países, en esas ciudades es donde yo y muchos jóvenes de mi generación vemos que siempre hay esperanza.
El mundo árabe ha conseguido romper con algo que venía de muy lejos, aun no sabemos donde les llevará ese cambio, pero haber conseguido alcanzar este punto de inflexión a mí me hace sonreír. Como joven asfixiada por la situación económica, por un mundo tan capitalista que nos arrastra a pelear con uñas y dientes por hacernos un hueco en el sistema y vivir como robots, sin ilusiones, más allá que pagar una renta o tener un par de críos. Con el miedo de tener que aparcar vocaciones por sobrevivir. En medio de toda esta porquería, ver que en otros lugares del globo, sigue habiendo cambios me hace feliz.
Puede que tan solo fuera esto lo que andaba desordenado por mi cabecita, puede que no, pero por lo pronto he conseguido dedicar un trocito de este “mi medio de expresión” a los grandes revolucionarios de hoy, que impulsados por los nuevos medios de comunicación y esa globalización que vemos tan positiva como negativa, han conseguido hacer sonreír a esta joven temerosa ante su futuro.

jueves, 10 de febrero de 2011

Señor X


Ayer me pasó una cosa muy curiosa.
Pasando mis tardes de parada, en esta ocasión, estoy ayudando a unos amigos a organizar un evento a favor de Wikileaks y el soldado estadounidense que filtró unos videos, Bradley Manning. Dicho acto tendrá lugar en el Centro Cultural Autogestionado Tabacalera, en Lavapies, Madrid.
Pues bien, estas últimas jornadas las he dedicado a hacer chapas (ya sabéis, hay que vender algo más que cerveza para sacar dinerito…).
Entre “círculillos” de metal, papeles y plásticos, charlando tranquilamente con mis compañeros, se acercó un hombre-señor-caballero. Como no me parece muy oportuno escribir su nombre ya que no le he informado de la existencia de este blog, le llamaré “Señor X”. Así que Señor X se acercó a nosotros interesado por el evento y la razón de las chapas.
En pocos minutos estábamos todos enzarzados en distintas discusiones sobre actualidad, sociedad, trabajo y amor (creo que esto último no, pero me parece que cierra muy bien la frase).
Hablando, hablando, Señor X y yo terminamos discurriendo sobre nuestras andanzas por distintos lugares del mundo, ya que él también había vivido en Buenos Aires. Ambos viajeros, él con gran parte del camino andado y yo nada más salir de meta.
Tras varias discusiones, cada vez más apasionadas, mi “cabreo” con el mundo tuvo que salir. El paro, el paro de los periodistas. Pero no es el paro lo que más me cabrea, sino que cada día que pasa, en lugar de achicarme me crezco, porque lo sé, sé que soy y llegaré a ser aun más  una gran profesional.
Señor X me miró, relajado, como solo una persona que ha dedicado toda una vida a ser, eso mismo, persona, puede hacer, y me dijo, “para empezar solo necesitas que te abran una puerta”. Yo repliqué, “¡justamente eso es lo que no consigo, una puerta, pero ni una puerta  ni una ventana ni un agujerillo en la pared, nada!”. Así que me dijo, “las grandes personas al final reciben lo que merecen, yo no sé si podré ayudarte, pero al menos lo voy a intentar, voy a intentar que se abra una puerta para ti”, y me dio un contacto.
No sé si esa puerta se abrirá, pero lo que ayer me quedó claro es que cada día, cada paso, cada decisión no es en vano. Este tipo de cosas hacen reafirmarme en la idea de que las cosas pasan por alguna razón.
Quizás esto no queda en nada más que la razón para escribir un nuevo post, pero lo que ayer consiguió Señor X merece ser transcrito para la posteridad, porque gracias a ese gesto hoy yo me siento especial.
Pero es que no os olvidéis nunca, soy especial.