lunes, 17 de noviembre de 2014

El desierto me confunde

El desierto me confunde. Eso es precisamente lo que tuvo que pensar Reyes Monforte cuando vio publicado su libro Besos de arena, porque ¡vaya manera de liarse!, y sobretodo, de liar a los lectores.

Mi hermana, que es una lectora empedernida -y la que hizo que llegara a mis manos el primer libro de los Cinco que desató a la fiera en mí- me dejó hace unas semanas Besos de arena. "Psee, no es muy bueno, pero como tú conoces bien la historia del Sáhara y has estado allí igual te hace ilusión", me dijo y claro, como soy un poco libro que toco libro que leo, me lo agencié temporalmente.

Pues bien, además de que mi hermana tenía razón, y la historia no era la leche -tampoco su prosa, también he de decir- la novela tiene un problema mucho mayor: engaña al lector con supuestos datos reales.

Toda la historia gira en torno a los campos de refugiados de Tindouf y una niña que viene a España con el programa Vacaciones en paz. No quiero destripar el libro, por si alguien tiene curiosidad de ojearlo,  pero básicamente Monforte asegura que en los campamentos saharauis existe esclavitud -generalmente niñas mauritanas que son vendidas por sus madres a familias saharauis, a las que se denomina hartani-.

Llegado este punto yo empecé a inquietarme. Si eso era cierto, llevaba 10 años de mi vida defendiendo una causa que escondía algo muy oscuro bajo el manto de la "tradición", como explican en la novela.

Este domingo 16 de noviembre fui, como todos los años, a la manifestación anual por la independencia del Sáhara que se celebra en Madrid y hablé de la novela con uno de mis amigos más involucrado con la causa.

"En los campamentos no hay esclavitud, Amnistía Internacional y otras organizaciones lo han acreditado", me soltó muy tranquilo.

Vale, entonces ¿por qué Reyes Monforte escribe una novela en la que con un giro argumental tal consigue poner en tela de juicio las casi cuatro décadas de resistencia pacífica que mantiene a los saharauis malviviendo en la parte más inhóspita del desierto del Sáhara? Muy sencillo, la escritora confunde la zona ocupada -lo que es el Sáhara Occidental- con la zona de los campamentos de refugiados, que se asientan en Argelia.

Lo cierto es que a medida que va avanzando la historia, la narradora habla de campamentos muy cerca de ciudades fundadas por españoles en la época colonial a los que se puede acceder en jeep; habla de represión marroquí en los campamentos; y ya, para más inri, menciona Gdeim Izik y lo sitúa -¡al loro!- cerca de Tindouf pero como a 12 kilómetros de el Aaiún. ¿¡WHAT!?

Eso ya no.

¿Qué sucede? Que si el lector no tiene muy clara la geografía de esa zona de África, puede sonarle todo perfecto. Pero es importante tener claras las cosas para no llevar a equívocos, y menos cuando se está denunciando esclavitud en el siglo XXI al lado de nuestra casa. Y lo más importante: los campamentos de refugiados tienen nombres de ciudades del Sáhara Occidental.


En esta imagen se ve fácilmente donde está Tindouf -esquina superior derecha- y donde está El Aaiún o Villa Cisneros, hoy Dajla -en el libro los protagonistas van de allí a los campamentos como el que se marcha a la sierra a pasar el domingo-. Cerca no están. De hecho, el campamento que se llama Dajla está más alejado aún que los otros -Smara, Rabuni...- muy cerca de la frontera entre Mali y Mauritania, vamos, que desde la ciudad que le da nombre, hasta el campamento hay más de mil kilómetros de distancia.

Pero más allá de las distancias, y Monforte lo explica curiosamente bien en el libro, Marruecos se molestó en los años 80 en construir un muro siguiendo, más o menos, la frontera natural del Sáhara Occidental con Argelia y Mauritania. Más de 3000 kilómetros de muro de tierra, con su campo de minas incluido, que impide acceder al territorio ocupado por cualquier sitio que no sea el propio Marruecos.


(El muro es la línea roja, por si quedaban dudas)

Por tanto, no sé si en la zona ocupada hay esclavitud, porque honestamente desconozco que existan estudios al respecto -aunque sí sé que Marruecos se encarga de que los investigadores internacionales no husmeen demasiado en general-. Puede que sea cierto que en la cultura bereber se practicara este tipo de tradiciones tan horrendas, y que precisamente por eso ONGs se han molestado en buscar y denunciar, pero es algo que NO ocurre en los campamentos.

Querida Reyes Monforte, está bien documentarse para escribir novelas, y creo que lo has hecho bastante bien, pero no se puede meter la pata con algo tan grave como la esclavitud. Es una pena, porque Besos de arena podría haber sido un gran libro para entender la problemática de esta parte del mundo que a mediados de los años 70 era, aún, una provincia española.