sábado, 1 de octubre de 2011

Sé que pasará


Ayer fue mi último día de prácticas y siento un sabor agridulce. Una vez más un “tú vales mucho, no te preocupes, algo saldrá”, es la coletilla que acompaña mi despedida.

Tres meses, miles de palabras, cientos de sonrisas y un montón de buenos recuerdos. Al final, tengo la suerte de conservar lo mejor de las vivencias que vivo. Hoy no podría enumerar un solo momento lo suficientemente complicado como para recordarlo como amargo.

Buenos momentos y buena gente, o al menos la gran mayoría.

Sin embargo, aunque siento, en lo más profundo de mi ser, que, como dice mi madre, nada pasa porque sí, sino porque es necesario para que suceda algo distinto, vuelvo a darme cuenta de que otra puerta se ha cerrado.

Sé que no he perdido la guerra, porque soy dura de roer, pero sí he perdido la batalla. Otra vez.

La verdad es que lo que dice mi madre suele ser cierto, así que supongo que soy una chica afortunada y, si este verano ha sido bueno, lo que venga será aún mejor. Pero esta inseguridad me crea una congoja que me asusta. Otra vez vuelvo a pensar con preocupación en qué pasará mañana.

La gente que me quiere me asegura que no tengo de qué preocuparme, que poco a poco todo lo que busco irá apareciendo, pero hoy no. Hoy no lo siento así. Hoy sólo vuelvo a sentir, que aunque, como me dijo una compañera en el periódico, “¿dónde van a encontrar una chica como tú?”, no parece que las chicas como yo sean las más demandadas y vuelvo a estar igual, bajo el cobijo de los que me quieren y el calor de las palabras de ánimo.

Sé que pasará, y capearé con soltura lo que esté por venir, pero de nuevo, por unos instantes me vengo abajo y tiemblo, porque no puedo imaginar una vida en la que no pueda hacer lo que sé, desde hace ya mucho tiempo que tengo que hacer. 

Lo más duro de los tiempos en los que vivimos, a parte de la situación económica que tienen muchas familias, es la incapacidad que tiene el individuo para desarrollar su vocación. Que intuya desde lo más hondo de su corazón, que por mucho que trabaje, el resto de su vida va a ser infeliz, por no poder cumplir con la labor que su alma le dice que debe realizar. 

Sé que pasará, y espero equivocarme con lo que siento ahora, porque no quiero una vida sin un propósito, sin un fin. Así que tendré que levantar la cabeza, mirar hacia adelante y cruzar el temporal, aunque en el camino me rasguñe, porque cualquier herida, no será lo suficientemente profunda como para no cicatrizar en el transcurso de una vida feliz.