Se está celebrando el juicio por la violación grupal a una chica en las fiestas de San Fermín en 2016 y solo puedo sentir ira. Una ira
profunda cada vez más irrefrenable. Eso es lo único que siento cada vez que
enciendo la tele o la radio para escuchar las noticias.
Los cinco hombres, presuntos violadores -porque hasta que no
se demuestre que son unos malnacidos son simplemente presuntos-, han conseguido
que el delito por el que se les juzga a ellos se convierta en la condena de la
víctima. Menos mal que, por lo menos, no ha trascendido el aspecto de la
muchacha…
¿Cómo es posible que se admita como prueba que la chica
siguió, o al menos lo intentó, -porque solo alguien que ha padecido una
violación puede saber cómo se siente la mujer- con su vida? ¿Acaso una víctima
tiene que seguir martirizándose después del calvario al que ha sido sometida?
Además, claro que sí, lo que trasciende es que ella no dijo ‘no’.
Estaba en shock, pero no dijo ‘no quiero que me violéis’. Como no lo dijo, todo
vale. Porque, como siempre, la responsabilidad última de lo que nos pasa como
mujeres es nuestra. Ya lo dice la campaña de prevención de consumo de alcohol
en la adolescencia.
Para quién no sepa de qué le hablo, hay una campaña nacional en la que se evidencia la problemática del consumo de alcohol en menores. Hay
de chicos y chicas. Uno de los que hacen alusión a las féminas dice algo así: “El
abuso de alcohol en menores está relacionado con relaciones sexuales sin
protección. Pero claro, tu hija seguro que no bebe”. Claro que sí, porque los
embarazos y las enfermedades también son cosas de las mujeres.
Habrá quien diga que soy una exagerada, pero siempre que se
hacen este tipo de campañas se obvia la responsabilidad del hombre. Es más, si
ellos fueran corresponsables en cualquier tipo de relación con las mujeres,
nada de esto pasaría.
¿Acaso es habitual que una mujer acceda a una relación
grupal así? Pues cada una hará lo que quiera, pero no creo que sea la norma como
para que el hombre no se cerciore al 100% de que la chica quiere. Porque no es
lo de siempre. En este punto he de decir que esa certeza debería existir
siempre, pero en este caso concreto clama al cielo.
Aun así, seguimos fijándonos en la víctima. Igual que
aquella a quien el novio mató a tiros. No hizo lo suficiente para protegerse,
porque el Estado no tenía más que hacer, pero ella sí.
Es lo de siempre, por eso, si hay un aborto, la mala es la
mujer, porque el embarazo parece que se produce por esporas.
Pero sigamos haciendo anuncios de juguetes en los que las
niñas se pintan los labios con chocolate mientras los niños se disfrazan de
vampiro. Sigamos vistiendo distinto a niños y niñas, aunque claramente los pantalones
sean lo más cómodo. Sigamos haciendo agujeros en las orejas según nacen las
niñas, porque si no quien la vea no va a saber que lo es. Y sigamos diciéndoles
a ellas que tengan cuidado y a ellos que hagan lo que quieran.
No soy una exagerada, simplemente me da rabia ver cómo he
crecido yo misma y pensar que si tengo una hija voy a tener que luchar contra
viento y marea para que entienda que tiene los mismos derechos y deberes que
los hombres y, lo que es más importante, que su palabra es igual de importante.
Quiero que las mujeres seamos iguales a los hombres y,
aunque haya quien diga lo contrario, todavía nos queda un largo camino…