jueves, 22 de enero de 2015

Yo no soy una NI-NI, ¿o sí?

En plena búsqueda de empleo, veo una oferta de colaboración para un... llamémosle como quieren llamarle ellos, medio ciudadano. Obviamente no pagan, están empezando, bla, bla, bla. La misma cantinela de siempre. Pero bueno, a falta de nada mejor para pasar el rato, decidí acercarme a ver qué cocían.

Más allá de que el proyecto me parece cuanto menos inquietante -tiene un tufillo a politiqueo que echa para atrás y unas aspiraciones de grandeza que poco o nada tienen que ver con la realidad del mercado-, llevo varios días tratando de ponerme a buscar información para un tema que he propuesto.  Es decir, motivación cero. ¿Por qué será? Y claro, me he puesto a pensar -¡Tenía que haber seguido con el Gran Hermano VIP!-.

Ayer nos reunimos para ponernos cara. Todos jóvenes, más jóvenes que yo. Profesionales de la comunicación que han entendido que de eso, de lo que han estudiado -o amado- en los últimos años, no van a vivir nunca y tienen que hacerlo como un hobby, como un entretenimiento para sentirse realizados dentro de la mentira que nos contaron cuando empezamos a estudiar allá por el instituto.

Resulta que teníamos que formarnos. Estudiar lo que nos gustara, al fin y al cabo nos pasamos trabajando casi la mitad del día. Esforzarnos. Cultivarnos. Y un montón más de -nos que a cualquiera de mi generación le vendrán a borbotones a la mente.

Todo para que ahora, diez años después, la mayoría lleguemos a la conclusión de que lo que hay que hacer es buscarse un trabajo mecánico, que no nos quite mucho tiempo, y hacer lo que nos gusta en nuestros ratos libres. De repente, lo que iba a ser nuestra forma de vida para a ser nuestro ocio.

Pero el asunto no termina aquí. A esta conclusión, a la que tristemente hemos llegado muchos, se le suma la duda: Pero, ¿esto que estoy haciendo no se supone que da dinero a alguien? ¿Por qué tengo que hacerlo gratis? Y es cierto lo que piensas, pero hay algunos que antes de que otros llegaran a esta idea vieron el filón: mano de obra gratis y súper agradecida.

Es la época de los emprendedores y todo el mundo se solidariza con el que se anima a montar algo -menos la administración, claro está, esos no se solidarizan ni con su... (termina la frase como mejor te siente)-. Eso quiere decir que nos cuentan la milonga de 'voy a sacar este proyecto y si va bien ya vemos', pero por lo pronto tú estas trabajando por amor al arte, fiándote de alguien que probablemente no conozcas demasiado y que a la larga sólo contratará al primo y a su amiga la tetona.

A esto podríamos sumarle las famosas prácticas que no llevan a ningún sitio, porque siempre va a haber alguien más molón para contratar, o mejor, otro becario que haga lo mismo que hacías tú. Y tú te dices: "No importa, esto es bueno para el currículo". Pero resulta que cuando lo sumas tú, lo suma todo hijo de vecino y al final en vez de 6 meses de prácticas te piden dos años, más inglés, máster, un año en el extranjero y saber hacer el pino.

También hay que añadirle los sermones de profesionales de más edad que vienen a decir algo así: "Tú déjate los huevos/ovarios que en algún momento alguien se fijará en ti, y si no es que no vales ni para cagar".

Y no podemos olvidarnos, claro está, de la famosa generación NI-NI de la que no paran de hablar en televisión -y que nadie define muy bien, pero es bien sencillo: generación que ve que estudiar no sirve más que para ser culto por lo que decide no hacerlo y pasa de buscar trabajo porque sabe que probablemente no encuentre nada digno-.

Pues bien. Yo no soy NI-NI, al menos no de la que hablan en televisión. Puedo ser NI-NI de los que creen que una vocación con formación no sirve ni para conseguir un empleo ni para montar un proyecto; de los que opinan que ni Rajoy ni Pablo Iglesias tienen ni idea de cuántos años más vamos a seguir así; de los que saben que cuando la cosa mejore las empresas ni te llamarán ni te entrevistarán, porque tendrán más a mano a los últimos becarios que han tenido con ellos.

En definitiva, soy de las que creo que al final tendré que trabajar de lo que sea para poder pagar facturas y poder viajar de vez en cuanto. Y yo me pregunto, ¿esto es la vida que me toca vivir? Si lo llego a saber yo tampoco estudio, al menos no tendría tantas ideas dando vueltas incesantemente por este coco súper formado.


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