martes, 19 de mayo de 2015

Viajar te hace grande

Entrar a internet a ver qué se cuece en el mundo, echar un vistazo a la portada de los principales diarios y quedar clavado en una imagen. Esa imagen. Te es familiar. Es un lugar de ensueño pero tú, si tú, tú has estado allí. Eso es viajar.

En mi último post trataba de explicar mis sensaciones y sentimientos respecto a mi último viaje a los campamentos de refugiados de saharauis. Dos semanas después me encuentro sentada en una cafetería con wifi, mirando al mar, leyendo el periódico y viajando de nuevo a un lugar que me hizo perder el aliento: el salar de Uyuni, en Bolivia.

Los que me conozcan saben que soy una pequeña Homero, que hablo de mis viajes como grandes hazañas y vivencias extraordinarias. Cualquiera que me escuche puede pensar que Los viajes de Gulliver son una patochada al lado de lo que yo he vivido con mi mochila al hombro.

Sinceramente, no creo que mis experiencias sean mucho más increíbles que las de cualquier otro amante de los viajes, pero aún así lo son, y eso es lo que perdura en el tiempo.

Si algo he aprendido con los años es que viajar es más que hacer turismo, es empaparse de otras culturas, abrir el corazón a personas totalmente distintas a ti, ponerte al límite en algunos casos y sobre todo, darte cuenta de que tu mundo es mucho más pequeño de lo que crees y que el planeta es mucho más grande de lo que piensas.

No voy a ponerme a explicar mi viaje por Bolivia y Perú con 21 añitos -hace ya unos cuantos-, pero os dejo una foto para que podáis creerme, porque sí, yo estuve en ese maravilloso salar en el altiplano boliviano y eso, amigos, eso me hace grande.


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