jueves, 2 de diciembre de 2010

Cuando la razón quiere salir pero la locura no le deja

La verdad es que no quería empezar mi nuevo blog con profundidades psicológicas, pero la nieve, la Navidad y, sobre todo, mi situación actual me invitan a hacerlo.

Hoy me pregunto, ¿qué sentirá el padre de familia, el hipotecado, la madre soltera… todos esos parados? Últimamente me obligo a recordarme que, aunque mi personalidad me haga difícil estar sin nada que hacer hasta que el deseado trabajo aparezca, soy muy afortunada.

Siempre lo he considerado así, ya que la vida que he podido llevar, el mundo que se me ha permitido disfrutar ha sido prácticamente perfecto. Algo que no es así para millones de personas, no solo en otros países, sino a mi alrededor, en mi mismo país.

Yo me he obligado cada día a exteriorizar esa felicidad, ya que me parece lo más justo. Ya que yo puedo serlo, al menos debo vivir consecuentemente, me digo cada mañana. El problema es que últimamente, por razones ajenas a mi persona, me cuesta más trabajo.

Sin embargo, entre razonamiento y vuelta de tuerca (como apunta hoy el diario Público...) siempre llego a la misma conclusión: independientemente de todo, sigo siendo muy afortunada. Porque me frustro porque me gustaría tener algo que hacer, desarrollarme como profesional, empezar una vida adulta (o pre adulta, como prefiráis). Pero en realidad no tengo ninguna presión económica real.

Mi vida sigue igual, más o menos, sin domicilio fijo y sin rumbo claro, pero igual que siempre. Llegará un momento en el que me salga un trabajillo, o empiece un máster, o me vaya a estudiar idiomas. Es decir, más de lo mismo, sin agobios, simplemente desarrollándome. Pero aquí es donde la angustia me atrapa, ¿cómo lo llevaría si en realidad necesitara ese ansiado trabajo? He decidido que no es justo para todos esos millones de personas que sí lo necesitan que yo esté agobiada.

Con este post, lo que intento es, no solo echar un poco de luz a mis ideas, sino proponer un tema de reflexión más allá de lo que hay. Tenemos que echar todos juntos adelante, pero muchos también tenemos que pensar que en el fondo somos unos grandes afortunados.

2 comentarios:

  1. Ayer en un programa de radio escuchaba una llamada que decía lo siguiente:

    "Hola, soy padre de familia, tengo cuatro hijos y he empezado a robar en los supermercados... y me da igual. Confieso que ya he llenado el depósito del coche y me he ido sin pagar... y me da igual. Y me da igual, porque no voy a permitir que nadie, nadie, le arrebate a mis hijos lo que se merecen"

    Yo doy gracias a Dios por ser así de afortunado.

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  2. Es evidente que todos (o casi todos) los que estamos en nuestro entorno somos grandes afortunados; hemos tenido la oportunidad de estudiar una carrera fuera de casa, viajar al extranjero, aprender idiomas... Con lo cual estamos infinitamente mejor que la media.
    El tema es que cada uno también vivimos nuestra realidad, y para alguien puede que sea una "tragedia" que sus padres no le compren un coche al sacarse el carnet mientras que otro con que le paguen el abono de transporte es feliz. Todo depende de la realidad en la que te has criado y la educación que has recibido.
    Pensándolo friamente es una tontería enfadarse y darle tanta importancia a cosas que en otra parte del planeta ni se plantearían pero tampoco se puede negar que en nuestra realidad esas cosas son importantes para nosotros, por eso hay que tener un equilibrio y darle verdadera importancia a cosas que son trascendentes para nosotros en nuestra realidad pero sin caer en la frivolidad.
    Y claro que hay que enfadarse y sentir frustración, o a caso si vas a un restaurante y te dan fatal de comer por 30 € al quejarte al chef vas a aguantar que de diga "Oiga en otras partes del planeta la gente no tiene para comer, así que tu has comido, no tienes derecho a quejarte"
    El problema es que a nuestra generación se le han prometido o se han asumido por considerarlo normal prestaciones y condiciones laborales que ahora parece que no nos van a dar.
    Falta mucho ética en el Mundo y ganas de hacer bien las cosas, me gustaría pensar que entre todos podemos mejorarlo.

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